Debemos entender la profunda influencia que nuestras palabras pueden tener en el propio rendimiento deportivo, tanto personal como ajeno. A menudo, subestimamos el poder de la comunicación y cómo nuestras frases pueden afectar al bienestar mental, a la confianza y al desempeño en el campo.
La forma en la que nos dirigimos a nosotros mismos o a los deportistas en general, puede marcar la diferencia entre motivarnos o aplastarnos. Al final, las palabras son herramientas poderosas que pueden construir o destruir.
En estos casos la empatía es clave. Reconocer que somos seres humanos con emociones, miedos y sueños nos permite comunicarnos de manera más consciente. Las frases que parecen inofensivas pueden resonar profundamente. Un simple “No puedes fallar” puede generar ansiedad, mientras que “Juega lo mejor que puedas” puede fomentar el crecimiento.
Por otro lado, la flexibilidad en nuestra comunicación es vital. Cada deportista es único, y lo que motiva a uno puede desalentar a otro. En lugar de imponer expectativas rígidas, podríamos enfocarnos en el proceso, en la resiliencia y en el disfrute del juego, sin olvidarnos del resultado pero haciendo especial hincapié en el proceso.
Cuidar nuestra comunicación hacia nosotras/os mismas/os y hacia los demás es esencial y, como personas que somos, debemos elegir nuestras expresiones con sabiduría, recordando que nuestras frases pueden moldear nuestra experiencia deportiva en la búsqueda de la excelencia.
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