Muchos deportistas caen en la trampa de juzgar su rendimiento únicamente por el resultado del partido. Cuando ganan, sienten que todo salió bien; cuando pierden, creen que todo salió mal. ¿Quién no ha perdido jugando a un gran nivel o ganado sin haber mostrado el mejor rendimiento?
Analizar un partido de forma objetiva implica ir más allá del resultado final y buscar respuestas sinceras sobre el rendimiento personal. Esto no significa ignorar los factores externos, como el rival, las decisiones arbitrales o las condiciones del campo, sino centrarse en aquello que sí puedes controlar cómo tus acciones, decisiones y actitud. Es en esta introspección donde realmente se construyen las bases para mejorar.
Reflexionar sobre lo que hiciste bien, lo que podrías haber hecho mejor o cómo manejaste las adversidades te ayuda a tener una visión más clara de tu rendimiento. Además, evaluar si cumpliste con los objetivos planteados o los aprendizajes que extraes de la experiencia te permitirá crecer partido a partido.
Si empiezas a incorporar esta práctica, estarás dando un paso importante hacia tu desarrollo como deportista. Te convertirás en un jugador más consciente, resiliente y preparado para enfrentar cualquier reto que venga. Porque el verdadero progreso no está en el marcador, sino en cómo utilizas cada partido como una oportunidad para aprender y evolucionar.










Añadir comentario
Comentarios